BEATOS MÁRTIRES

Los hermanos Alfonso, Miguel, Modesto, Dionisio, Francisco y Pedro pertenecían al convento de Granollers (Barcelona), el único que la Orden de los Frailes Menores Conventuales hasta entonces había erigido en España a principios del siglo XX después de su supresión, llevada a cabo por el rey Felipe II en 1567. Constituían la simiente “renacida” en tierra española, cultivada junto a la tumba del Poverello de Asís y en otros lugares de los orígenes franciscanos, y plantada nuevamente en España para morir y dar fruto para la vida de la Iglesia y de la familia franciscana. Fueron fusilados por mantenerse fieles a Cristo antes que renegar de él. Dieron muerte al odio y a la violencia que los mataba, e hicieron surgir, con Cristo, vida de la muerte. Los seis mártires franciscanos conventuales eran pobres y no tenían nada que defender. Desde su llegada a Granollers no dejaron de hacer el bien a los habitantes de esta zona del Vallés Oriental, creando las Escuelas Antonianas para los niños pobres, ayudando pastoralmente a los sacerdotes de la zona, atendiendo a las muchas personas que se acercaban hasta el convento para recibir el sacramento de la confesión o dirección espiritual, etc. Los mataron por odio a la fe cristiana y a la Iglesia. Ellos aceptaron la muerte perdonando a sus verdugos, porque cuando el grano de trigo muere da mucho fruto. Fueron beatificados el 11 de marzo del año 2001 por San Juan Pablo II, junto a un numeroso grupo de mártires de la Guerra Civil española.

En la imagen, cuyo original se encuentra en la iglesia de Granollers, aparecen juntos, como el racimo a punto de ser llevado al lagar, como la espiga madura para ser triturada y molida. ¡Verdadera fraternidad! Debajo, el convento de Granollers: casa, hogar, seminario, escuela... y la Iglesia de Ntra. Sra. de Montserrat: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios”. Sin duda, muchas veces a lo largo de sus vidas, y en especial en los momentos más difíciles, se acogieron a su protección y se entregaron en sus manos. Muchas veces, sobre todo cuando el horizonte se empezó a cubrir de oscuridad, desgranaron las cuentas del rosario pensando que tal vez era el último y definitivo. El convento y los frailes, los frailes y el convento unidos para siempre. Y sus nombres: Alfonso, Modesto, Pedro, Francisco, Miguel y Dionisio. Seis frailes de vida humilde, sencilla, entregada. Sobre ellos la Tau - símbolo franciscano - emergiendo en el horizonte como un faro luminoso, alumbrando paz y esperanza en medio de la oscuridad y el odio irracional que invadieron España en 1936. Cada 6 de noviembre celebramos la memoria de su martirio agradecidos por haber permanecido fieles al Señor hasta el final. Y nos encomendamos a su intercesión: 

Señor, te damos gracias y te bendecimos por la fortaleza y el espíritu de amor y sacrificio que infundiste en el padre Alfonso López y en sus compañeros mártires. Danos, Señor, un corazón grande y misericordioso, como el de tu Hijo Jesucristo. Un corazón que busque siempre la paz y el bien, como el de san Francisco de Asís. Un corazón capaz de acoger todas las causas buenas, todos los esfuerzos nobles, todos los compromisos sinceros. Danos, Señor, un corazón parecido al de Alfonso, Modesto, Pedro, Francisco, Miguel y Dionisio, que supieron comprometerse con su vocación de franciscanos conventuales, que amaron a la Madre de tu Hijo y fueron instrumentos de reconciliación. Haz resplandecer en nuestra sociedad la luz del Evangelio. Manda obreros a tu mies para que la Palabra de Vida sea proclamada con valentía también en nuestros días. Amén.